Tango. La elegancia, la seducción, la sofisticación, el erotismo hecho baile; la irresistible voz de Gardel, la creatividad desbordante de un Piazzola decidido a transformarlo en la más culta de las músicas...Tango. Todos creemos conocerlo y, sin embargo, poco sabemos de sus primeros días. De aquel lejano tiempo en el que sus acordes y distintivo fraseo cargaba la pegajosa atmósfera de burdeles y acompañaba los lamentos de quienes soñaban con la libertad desde la oscuridad de su reclusión en presidio. Jornadas en las que el tango marcaba el ritmo de la vida en las húmedas calles del barrio del puerto de la Boca como testigo de crímenes pasionales e intensas historias de desamor y cronista de la penosa existencia de quienes se mueven a la sombra de la ley. Lejano todavía el tiempo en el que el tango ocuparía su lugar en los más refinados salones de baile y se convertiría en la más universal muestra de la cultura argentina. Antes de baile, el tango fue tragedia y dolor.
”Tangos carcelarios”, el debut de este cuarteto liderado por el vocalista Alejandro Guyot, bebe del recuerdo de aquel tiempo y de las formas del tango primigenio recuperando dolientes composiciones fechadas durante la década de los 20 y los 30. Temas sepultados por el peso del olvido en algunos casos. En otros, enterrados por una carga aún más pesada: la hipocresía de quienes prefieren cerrar los ojos a reconocer los ignominiosos orígenes de tan distinguida tradición musical. Guyot (un artista con un pasado marcado por su militancia en diversas bandas rock) desempolva esa lengua, que no jerga, que es el lunfardo, abigarrado crisol de palabras arrebatadas al español, el italiano, el francés e incontrables otros idiomas, para cantar temas como La Gayola o la Milonga Triste. Lo hace con el acompañamiento del sonido de las guitarras y el guitarrón de su compañeros, orgulloso de insuflar vida a la más profunda tradición tanguera y ofrecernos el recuerdo de un tiempo que creíamos perdido.