Anotados en cuatro pentagramas, como si estuvieran destinados a algún conjunto no especificado de instrumentos (¿o incluso voces? ¿o teclado?), estos trece eruditos contrapuntos, cuatro cánones y una triple fuga inacabada (que incorpora las letras del nombre de Bach) a menudo se consideran su testamento musical. Envuelto en mitos que se remontan a sus orígenes, "El arte de la fuga" es un enigma tanto para los intérpretes como para los oyentes, pero cuando un brillante cuarteto de cuerda acepta el desafío, la solución se vuelve obvia y la música despega.