Solo lo prematuro de su muerte ( falleció a los 46 años) ha hecho que su nombre esté un escalón por debajo en términos de popularidad de la de otros nombres y apellidos más familiares al gran público (, , , ...). Si nos atenemos en exclusiva a criterios artísticos, la relevancia de Nara Leao es absolutamente indiscutible. Desde mediada la década de los cincuenta y hasta principios de los setenta, no hubo revolución que prendiera en la música brasileña en la que ella no estuviera implicada. Fue la reina de la Bossa y la voz que todo compositor quería escuchar en sus canciones; abanderada de la canción protesta y de la contestación al régimen dictatorial que durante largos años oprimió a su país y, por último, acabó enrolada junto a , y en ese esqueje de la cultura hippie que enraizó en tierras brasileñas con el nombre de Tropicalia. Todo lo hizo y todo lo hizo bien. Cuando no, excepcionalmente bien. Ensaio recoge la actuación que grabó poco antes de dejar definitivamente en segundo plano su actividad musical para el mítico programa en 1973. Grabado en riguroso blanco y negro, con un trabajo de fotografía que hace pensar antes en el cine que en las limitaciones del formato televisivo, las imágenes de Leao en el plató del programa son, con toda seguridad, algunas de las más emotivas y bellas que se conservan de la artista. Frente a la cámara, relajada y sin más acompañamiento que su guitarra, la brasileña evoca las canciones que marcaron la totalidad de su carrera, volviendo incluso a los tiempos en que era musa de los grandes de la Bossa. Toda una rareza, si tenemos en cuenta que durante largos años el recuerdo de aquellos días le resultó poco agradable por pensar que el refinamiento de la Bossa eran de un hedonismo imperdonable en una sociedad tan castigada como la brasileña por las desigualdades y la penuria económica