David Pérez Barrachina, ERM, cuando se transmuta en un sensible escritor de canciones, ha querido hacer este ejercicio de retorno en su tercer disco. Despliega un cancionero frágil y cercano y clava los ojos en tres pilares básicos: la infancia ("Sant Joan", "Bestiabou", “Estels fluorescents”(Cometas fluorescentes), el currículum afectivo (la bella “Ombra i desig”(Sombra y deseo), con el concurso a la voz de Inés Aran (First Aid Kit), “Follia" (Locura), “Dalt del far" (Sobre el faro) o la perspectiva de quien acepta y asume que debe mirar atrás para extraer alguna respuesta que lo haga mirar hacia adelante desde una nueva posición (“L’home que gira” (El hombre que gira), “Borles” (Borlas) o “Cançó de gesta” (Canción de gesta)).
Material emotivo y sincero que él rellena, como siempre, con una mixtura que hila delicadeza y crudeza, imágenes suaves con descripciones realistas, no exentas de amargura o toques dramáticos si la narración lo requiere. La novedad, es que “L’home que gira" (El hombre que gira) es el disco en el que la electrónica que planeaba en el debut homónimo "Erm" (Discmedi 2005) y, ya de forma más secundaria en "Manifest líquid" (Discmedi 2007) , aquí ha perdido aún más peso. ERM abarca esta vez un sonido orgánico, con sutiles arreglos y unas estructuras muy trabajadas. La imaginativa producción de Arnau Vallvé (Manel, Estanislau Verdet) añade matices e imprevisibles barnices a las canciones del músico catalán. Todo, para confeccionar un álbum maduro, valiente, con capas y pieles, esquinas y miradores, posiblemente, seguro, el mejor disco de ERM.
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