Así definía Luís Hidalgo para El País , el último de los álbums publicados por el de Conflent. En él, se reunen interpretaciones en directo, temas inéditos, piezas cedidas a recopilatorios de difícil localización y rarezas diversas fechadas entre 1992 y 2003. A pesar de la dispersión cronológica que el disco debe salvar, lo cierto es que no adolece en absoluto de la incoherencia propia de los periodos de composición dilatados en exceso. Quizás por que el francocatalán lleva toda su vida ofreciendo la misma propuesta, una tan rica que no da la más mínima señal de agotamiento. Todo es susceptible de encontrar su lugar en el universo onírico, poético y, por momentos, surrealista de y su orquesta de juguete. En sus manos, la sardana y las músicas populares de todos los rincones del Mediterráneo son capaces de iluminar los rincones más oscuros del Krautrock practicado por sus admirados . puede revestir de electrónica minimal una melodia tradicional catalana o lanzarse a la composición de haikus sonoros a medio camino entre el tango, el cabaret, el blues, las bandas sonoras de los films de Rota y los ritmos balcánicos sin sugerir jamás algo parecido a la impostación. Entre el apego a las raíces y una voluntad de transgresión que parece ya naturalizada en su personalidad, prosigue su propio camino, el mismo que hasta ahora lo ha convertido en uno de los artistas más creativos e imprevisibles de la música europea.
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