La escena anti-folk neoyorquina sigue ofreciendo suculentos frutos. Uno de ellos es la música de , una nativa del estado de New Jersey que con su álbum de debut, , se sitúa en una senda cercana a la de , o la escocesa . Cuidadas melodías de espíritu pop, una instrumentación por lo general sobria pero que no desdeña dejarse adornar aquí y allá por algún que otro apunte orquestal, una mano poco rígida sobre el timón para permitir que el barco se desplace ligeramente hacia el blues o el country-folk cuando conviene, textos inteligentes que se auto-protegen con una pátina de fina ironía de su sombrío tono general y, sobre todo, el caballo ganador de una soberbia voz que evoca en más de un momento a los días de introversión y recogimiento de . Estos son, en rápido inventario, los argumentos de la señorita para justificar el revuelo que anda produciendo la publicación de a través del sello Nettwerk. Una operación que, por cierto, demuestra el fino olfato de la compañía canadiense para el talento, puesto que el disco ya se había publicado con anterioridad el pasado año sin más repercusión que algunas críticas entusiastas debido a la deficiente promoción y distribución del álbum. Ahora sí, debidamente expuesto a la opinión del público, se revela como la gran obra que es. Un disco que justifica volver a mirar hacia Nueva York siguiendo el rastro de la próxima gran cantautora en aparecer para encogernos el corazón con una guitarra y su voz.
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