A sus cuarenta años, Daniel Navarro Cruz, Niño de Pura, posee uno de los historiales más extensos y rico en reconocimientos de entre todos los guitarristas que aportan el arte de su toque al flamenco contemporáneo. No le queda distinción, de entre las de primer orden, por obtener. La célebre Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera le otorgó su prestigioso Premio Nacional; la Bienal de Flamenco de la capital andaluza quiso reconocer su técnica y duende con el Giraldillo al toque, tal y como ya había hecho el más importante de los certámenes flamencos de nuestro país, el Festival Nacional del cante de las Minas de La Unión. Ha acompañado con su guitarra a algunos de los más grandes, de Pansequito a Aurora Vargas, ha compuesto piezas para obras teatrales y ballets y, además, atesora una discografía (que ya abarca cuatro entregas) digna del aplauso más entusiasta.En la guitarra de Niño de Pura se dan cita la técnica depurada con la pasión arrebatada que requiere el toque cuando éste es bueno. El amor por las raíces con la voluntad de no dejar de mirar nunca hacia delante. Virtudes que despuntan una vez más en su último trabajo, un disco en el que el sevillano vuelve a dar muestras de su extrema sensibilidad para abordar las alegrías, el fandango, la bulería y esos cantes de ida y vuelta como la guajira del que es uno de los mayores especialistas en la actualidad.