Con su segundo álbum, esta banda cuyos componentes reparten su residencia entre Nueva York y Nashville vuelve a demostrar que la suya es una de las propuestas más firmes y sólidas de toda la escena neo-tradicionalista. Blues, bluegrass y demás componentes del hillbilly servidos con una urgencia y energía que remiten directamente al rock en sus formas primigenias e, incluso, al punk. Como una versión contemporánea de las prácticamente extintas jugbands que reinaron mucho antes de que cualquiera de sus cinco miembros hubiera nacido, invitan con sus composiciones a releer las páginas más polvorientas del Cancionero tradicional americano y a hacerlo al ritmo febril que marcan banjos, violines, contrabajo, guitarra acústica y, en lo que quizás sea el elemento más fácilmente reconocible de su propuesta, unas exquisitas armonías vocales que arropan la voz de Willie Watson, quien empieza a acumular crédito suficiente para llegar a ser considerado uno de los mejores vocalistas del sonido Americana. exudan sincero amor por la música de unos días atrapados en páginas del calendario que cayeron hace mucho, muchísimo tiempo. Un amor incondicional y sincero que se mantiene al margen tanto de la tentación del inmovilismo como de la revolución. Mérito del que también hay que hacer partícipe a , acompañante habitual de y productor de , como ya lo fuera del debut del grupo. Sus consejos han resultado claves para que la banda obrara el prodigio de conseguir un sonido indiscutiblemente tintado en sepia y, sin embargo, completamente actual.
Utilizamos cookies propias y de terceros para aportarle una mejor experiencia de navegación y un servicio más personalizado.
Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Puede cambiar la configuración u obtener más información consultando nuestra política de cookies.