Los bilbaínos Juan (trompeta) y Víctor (saxos) de Diego son dos veteranos músicos cuyas carreras han transcurrido de alguna manera en paralelo pero por vertientes propias a la acusada personalidad de cada uno. En común tienen su insobornable amor por el jazz y su capacidad para hacer música alejada de los lugares comunes, enraizada y que siempre plantea cosas: nunca banal. Sus respectivas trayectorias, juntos y por separado, les avalan. Pero ojo a sus compañeros de viaje en este disco: Abel Boquera, un pianista de Vilanova i la Geltrú, que, como Victor y Juan, reside desde hace unos años en Barcelona y que domina el Hammond B3 (incluida la difícil técnica de la pedalera de bajos) con autoridad y gusto exquisitos, algo fundamental a la hora de crear las atmósferas propias de un disco como éste. Sus solos son siempre deliciosos: bastaría el de Roc’s para dejar muy claro el músico que lleva dentro. Que el londinense pero también afincado en Barcelona Caspar St Charles es un batería de recursos y solidez notables es algo que estaba claro desde hace bastante tiempo. Músicos como éstos son capaces de tirar de versatilidad y proporcionar siempre solidez y color a diferentes contextos de grupo y dirección musical, sin perder un ápice de su personalidad.
Jazz con mayúsculas tan intemporal como estimulante. Sus aromas bluesy, su groove constante y lo atractivo de su material compositivo son tan sólo unas pocas de sus muchas virtudes. Y está también la compacta sonoridad del grupo, que respira a un tiempo y tiene siempre muy claro a dónde va y cómo crear la atmósfera adecuada para cada tema. Los aromas funk están ya presentes desde los compases iniciales e impregnan gozosamente todo el álbum.